¡México! El varón de América, el gigante que está dormido. Tierra mágica. Tierra de hombres que cantan, que aman.
Los mexicanos le hemos cantado a nuestros grandes amores: la vida, nuestra tierra, pero, sobre todo, a las mujeres.
Muchas mujeres han marcado nuestra historia como pueblo, a muchas les hemos cantado, pero un caso especial es aquella mujer, temida por muchos, la que ha sido convertida en una de las leyendas de espanto que más resuenan hasta nuestros días; la que algunos cuentan se aparece en las noches de luna llena, junto a los ríos; la que se apareció desnuda una noche en una boda en el Istmo de Tehuantepec; la que mató a sus hijos, por lo cual fue condenada a penar eternamente; o la diosa, la madre, la Cihuacóatl, la Diosa que llora porque su pueblo va a sufrir, va a ser destruido. A todas ellas que a la vez son una sola porque comparten una tradiciión, un canto, un nombre: LA LLORONA.
Todos me dicen el negro, llorona,
negro, pero cariñoso.
Yo soy como el chile verde, llorona,
picante, pero sabroso.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
llévame al río.
Tápame con tu rebozo, llorona,
porque me muero de frío.
No sé qué tienen las flores, llorona,
las flores del camposanto.
Que cuando las mueve el viento, llorona,
parece que están llorando.
La luna es una mujer, llorona,
y por eso el sol de España
anda que bebe los montes, llorona,
porque la luna lo engaña.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
de un campo lirio.
El que no sabe de amores, llorona,
no sabe lo que es martirio.
Yo te soñaba dormida, llorona,
dormida te estabas quieta,
pero en llegando el olvido, llorona,
soñé que estabas despierta.
Si por que te quiero quieres, llorona,
quieres que te quiera más.
Si ya te he dado la vida, llorona,
qué más quieres, quieres más.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
de ayer y hoy.
Ayer maravilla fui, llorona,
y ahora ni sombra soy.
Salías del templo un día, llorona,
cuando al pasar yo te vi.
Hermoso huipil llevabas, llorona,
que la Virgen te creí.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
de azul celeste
y aunque la vida me cueste, llorona,
no dejaré de quererte.
Si porque te quiero quieres, llorona,
que yo la muerte reciba,
que se haga tu voluntad, llorona,
por suerte de Dios no viva.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
tú eres mi chunca.
Me quitarán de quererte, llorona,
pero de olvidarte nunca.
A un Santo Cristo de fierro, llorona,
mis penas le conté yo.
Cuáles no serían mis penas, llorona,
que el Santo Cristo lloró.
Dos besos llevo en alma, llorona,
que no se apartan de mí,
el último de mi madre, llorona,
y el primero que te di.
Dicen que no tengo luto, llorona,
porque no me ven llorar.
Hay muertos que no hacen ruido, llorona,
y es más grande su penar.
Ay de mí llorona, llorona, llorona, llorona,
del canto alegre.
También de dolor se canta, llorona,
cuando llorar no se puede.
Cada vez que entra la noche, llorona,
me pongo a pensar y digo:
de qué me sirve la cama, llorona,
si tú no duermes conmigo.
Me subí al pino más alto, llorona,
a ver si te divisaba,
como el pino era tierno, llorona,
al verme llorar, lloraba.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
de azul turquí.
Ayer lloraba por verte, llorona,
y hoy lloro porque te vi.
De la mar vino una carta, llorona,
que me mandó la sirena
y en la carta me decía, llorona,
quien tiene amor tiene pena.
Si al cielo subir pudiera, llorona,
las estrellas te bajara;
la luna a tus pies pusiera, llorona,
con el sol te coronara.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
de negros ojos.
Ya con esta se despide, llorona,
tu negrito soñador.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
busca un porrillo.
Y el que no sabe de amores, llorona,
no sabe lo que es martirio.
La pena y lo que no es pena, llorona,
todo es pena para mí.
Ayer penaba por verte, llorona,
y hoy peno porque te vi.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
llévame a ver
donde de amores se olvida, llorona,
y se empieza a padecer.
Alza los ojos y mira, llorona,
allá en la mansión obscura
una estrella que fulgura, llorona,
y tristemente suspira.
Es Venus que se retira, llorona,
celosa de tu hermosura.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
que si que no,
la luz que me alumbraba, llorona,
en tinieblas me dejó.
Dicen que el primer amor, llorona,
es grande y es verdadero,
pero el último es mejor, llorona,
y más grande que el primero.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
dame una estrella.
Qué me importa que me digan, llorona,
que tú ya no eres doncella.
Si mueres muero contigo, llorona,
si vives te sigo amando.
En el cielo nace el sol, llorona,
en el mar nace la luna.
Y en el corazón me nace, llorona,
quererte como a ninguna.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
de azul silvestre.
Pon tu rebozo en el aire, llorona,
para decir que me quieres.
No creas que porque canto, llorona,
tengo el corazón alegre.
También de dolor se canta, llorona,
cuando llorar no se puede.
Ay de mí llorona, llorona, llorona,
del sentimiento.
El que no sabe de amores, llorona,
no sabe lo que yo siento.