Hasta el último trago... Chavela Vargas
La noche del 13 de julio de 1954, en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, era velado el cuerpo de la pintora mexicana Frida Kahlo. Contaba Carlos Monsiváis que una de las cosas que más le había impactado aquella noche, fue el desgarro con el que una mujer menuda con calzón de manta y guitarra en mano le cantaba "Aquel amor" al ataúd cubierto por una bandera roja, la comunista.
Más de 58 años después, en el mismo sitio y cubierto por un estandarte rojo, un jorongo rojo, reposaba el cuerpo de aquella menuda mujer, de la niña Isabel de Frida. Cincuenta y ocho años bastaron para que Chavela Vargas forjara un mito, una leyenda, comparable a la de su gran amiga.
Domingo 5 de agosto de 2012, los mariachis callaron, la música mexicana se viste de luto, se ha ido una de sus más grandes exponentes. Chavela Vargas, la inseparable compañera de José Alfredo Jiménez falleció en Cuernavaca, Morelos, a la edad de 93 años.
Chavela cumplió su último capricho, se murió cuando se le dio la gana, porque se le dio la gana se fue con la pelona, como ella le llamaba. Se ha ido para cantar con las sirenas, con aquella sirena de escamas moradas que todas las noches la visitaba en su casita de Veracruz y la invitaba a irse a cantar con ella al fondo del mar. Ya no habrá mariposas en la ventana ni escamas de sirena al amanecer.
A partir de hoy las amarguras volverán a ser amargas, ya no habrá quién le dé voz a las canciones de José Alfredo, se ha ido su más grande intérprete.
Y ahora qué será de la llorona y la sandunga, se han quedado mudas, casi abandonadas allá por el istmo de Tehuantepec. La Macorina se ha quedado con las manos vacías y ya no habrá quién la lleve a viajar por el mundo. Ya no habrá quién cante la muerte de Rogaciano ni quién le haga preguntitas a Dios. María Tepozteca y la Niña Isabel vestirán de luto por siempre. Ya no tenemos en quién pensar cuando querramos llorar, cuando tengamos el más hondo penar. La golondrina viajera y la Paloma negra ya no despegarán más su vuelo.
Ay Chavela, con tu partida, las ciudades vuelven a estar más distantes que nunca y las cosas simples van a ser devoradas por el tiempo. Ya no hay quién le cante a Janitzio y las noches de Ahuatepec, el pueblo chiquito bordado de amor, jamás volverán a ser las mismas.
El bulevar de los sueños rotos se ha quedado deshabitado, la musa de poetas se ha ido... ¿Y ahora qué haremos con tanto tequila?
Se nos ha ido la leyenda negra, la dama de los cuarenta y cinco mil litros de tequila. Gracias Chavela por todo el amor que nos hiciste sentir por nuestro México, el varón de América. Gracias por José Alfredo, por Cuco, por Tomás, por Álvaro, por Agustín.
Tú nos has enseñado lo que es vivir con dignidad, a siempre defender lo que somos, nos has enseñado que nuestra libertad tiene un precio: la soledad. Y nos enseñaste que nadie se muere de amor, ni por falta ni por sobra.
Ay Chavela, no hay tequila ni mariachis suficientes para llorar tu partida.
Que no hay luz, ni llanto, ni luto, ni nada más...
Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida y por eso, sólo por eso, la Plaza Garibaldi se preparó para recibirte como tantas noches: con música, con amor, con tequila y con muchos compañeros dispuestos a llorar contigo, a llorar por ti. A tu salud Chavela!!!
Ay, qué bonitos discursos los que te dedicaron. Y toda la prensa vino a ser testigo de tu despedida, conquistaste a todos aquellos que alguna vez te quisieron cerrar puertas por ser diferente.
Te cantaron tus canciones y todos brindamos por ti, siempre prometiste que tu velorio sería muy divertido: de un lado todos los hombres ilustres y del otro todas las putas; pues aquí estuvimos todos revueltos, pero ahí estuvimos todos para celebrar contigo... Tenemos que despedir a la Vargas con todos los honores que se merece: Que nos traigan más tequila!!!
Y al día siguiente a Bellas Artes, el Palacio de las Bellas Artes, el que siempre dijiste que era el escenario más importante del mundo, una vez más estuvo a tus pies, para ti solita; y otra vez te dedicaron tus canciones, las guitarras abandonadas por tu voz nos hicieron llorar a todos, pero seguimos de pie para acompañarte hasta el final.
Más discursos, uyy los funcionarios más importantes de la cultura te dedicaron hartos elogios, ni era necesario, pero escuchamos cada palabra que te quedaba corta.
Ahora tus cenizas se perderán con el viento, con tu amigo el viento. Bienvenida a la inmortalidad.
Descansa en paz Chavela chamana, Chavela cabrona, Chavela lesbiana, Chavela borracha, Chavela oveja negra, Chavela paloma negra, Chavela reina, Chavela Vargas... larga paz a tus huesos.
Acompáñate y brinda con Frida, con José Alfredo, con Diego, con Tomás, con Álvaro... Ay, qué buena parranda la que van a agarrar por allá.
Aquí, nosotros, nos quedamos con tu herencia: la libertad.
Estamos llorando, sí, pero acompañándote hasta el último trago, porque sólo tú lo mereces.
Descansa en paz mi querida Chavela Vargas.
Como siempre lo dijiste: No se dice adiós, se dice te amo.
Ojalá que te vaya muy bonito...!!!...